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En el sur de Chile, cuando un árbol araucaria muere, el picoyo, que es el nudo que unía el tronco con las ramas, se fosiliza y concentra una gran cantidad de resina, quedando una madera densa y liviana, que a contraluz se trasluce.

Históricamente, este material tiene una mística especial para el pueblo mapuche, por eso lo cuidan y no lo venden. Si un artesano quiere usarlo, no se lo entregan fácilmente: solo lo intercambian si creen que la persona se lo merece, y que sabrá utilizarlo.

Hace unos años, Javiera Carrillos viajó a Los Ángeles y consiguió el picoyo para combinarlo con la plata y crear anillos y aros. Lo utilizó para su proyecto de título como diseñadora industrial en la Universidad Tecnológica Metropolitana. En ese entonces se inspiró en su pasión para terminar su carrera: la joyería.

Su proyecto quedó tan bueno, que decidió postularlo al Comité Nacional de Artesanía del Consejo de la Cultura y las Artes. Finalmente, los expertos creyeron que también era un buen trabajo y le otorgaron el Sello de Excelencia en Artesanía 2016, y después obtuvo el World Craft Council de la Unesco, un premio para destacar la mejor artesanía mundial.

El reconocimiento entrega estándares de calidad a lo realizado por Javiera, quien vio las potencialidades de este material y no dudó en ir en su búsqueda. “El picoyo lo he visto en otras propuestas, pero de una manera más simple o más rústica, no han hecho algo más elaborado. En la Unesco destacaron que lo usé sin sacarlo de su estado natural, conservando sus atributos“, señala.

Los inicios y el futuro

Desde muy pequeña que a Javiera las manualidades se le dan muy fácil. Al ser hija única, mientras sus padres trabajaban, pasaba mucho tiempo con su abuela, quien la alentaba a crear cosas con sus manos. Así aprendió otros oficios como el fieltro, serigrafía y bordado.

Pensando en su futuro en la joyería, tiene entre sus planes ir a Barcelona, a una destacada escuela de diseño. Aquí en Chile tiene su propia colección, aunque siente que la joyería nacional es poco valorada, que la gente prefiere comprar cosas exportadas.

Sin embargo eso no la va a detener, y cuenta que para dedicarse a la joyería “hay que tener paciencia, y mucha tolerancia a la frustración, es una disciplina súper minuciosa, y a veces uno tiene algo montado al final, al último momento algo falla y tienes que empezar de nuevo. Es ensayo y error“.

Fuente: emol.com